lunes, febrero 28, 2011

Próximamente, en la Casa del Libro,


ERECTUS, ERECTA, ERECTUM (ON FIRE)
de Antonio Alfeca.

Caminábamos por la calle

con la lenta pereza

de la adoración mutua.

Afuera, el ceremonial. Hacía crisis

pero todos estaban fuera

buscando las últimas migajas del año

y estrellas de papel aluminio.

Flores de pascua

cada cincuenta metros

e hileras de naranjos alucinados

por las luces LED de bazar.

Me recordabas que no andar

erguido como cualquiera de ellos

es una especie de automutilación

lenta, absurda y a plazos

fruto del miedo.

Yo asentí, nos rodeamos el talle

y Kundalini recorría nuestra espalda

buscando tus ojos de intensa clorofila

y los míos de castaña recóndita.

La savia hirviente delataba no obstante

que éramos dos árboles

inflamados por la gripe V de Venus.

E in ictu oculi,

a la velocidad del deseo,

atravesado el azogue

ya en el atanor de azufre,

la llama sideral nos reveló

tronco de húmeda incandescencia

en que todos los contornos

entrantes y salientes encajan

bajo el indomable influjo

del dos de copas.