domingo, julio 19, 2009

Chumbera baja

La Plaza de la Libertad está en la Chumbera Baja.

Hay una energética yuca, una explosiva pita, una lozanísima palmera, una exótica y estilizada chumbera y una rozagante y tropical buganvilla magenta.

(la delicada trepadora se deja caer en silencio desde la terraza de arriba).

Potes salteados de dulces plantas del desierto.

Piedras lunares de poéticas y ardientes procedencias y formas.

Una larga manguera azul eléctrico -eficiente, curva- que ha regado mil y una veces el entrañable empedrado, el jardín de mi recuento y los cuerpos desnudos de Alicia, su madre, su hijo e incontables más.

Y la luz. Almería es la ciudad más luminosa de Europa. Una luz blanca, descarada, imparable, ingobernable. Las estancias en fresca oscuridad o lúbrica penumbra son una osada afrenta a este indómito dios de la luz que se colará cegador e insultante por cualquier rendija.

Las copas de los árboles que nos acunan por encima del portón de oscuros tablones de madera recia susurran desmelenados como go-go´s.

Cuatro grandes gatos negros -ocho ojos rasgados verde agua- aguardan a veces fuera, en rigurosa y espaciada fila, a los estrafalarios restos de nuestros pescados.

Hemos tenido perritos de todas las edades y sexos, todos guapos y alegres como novias. Gatitos, grandes tortugos. Porque mi familia y amigxs son grandes animal-lovers. A mí me gustaría tener un peacock (pavo real) como en el fascinante cuento de Carver (Feathers, en Cathedral), y también un bebé con los ojos tan saltones que pareciera enchufado a la corriente eléctrica.

Tenemos el suficiente tiempo como para que la gente vaya y venga y por el camino se entretenga. También para estar rabiosamente a solas.

Los cuarenta, los cincuenta... Plenitud. Por fin eres tan rico que puedes dar sin parar. Sembrar, cosechar y
DAR.
RE-GALA-R. ¿Hay algo más gozoso? Atrás quedaron los estados carenciales del organismo.

De camino a la piscina, por detrás, la chumbera madre cargada de pinchos y de deliciosos frutos de un vientre volcánico. Cojo mis largas pinzas, mis fuertes tijeras y me hago con los frutos maduros. Y los mondo en casa; los pinchos me dan igual.

Si me dan igual vuestros pinchos, ¡¡no me van a dar igual los de la amiga chumbera, que es mucho menos insolente!!!

Y, hala, a tocar una de Georgie Dan!!!

¡¡Muchos besos!!! ¡¡Contad vuestras cosas!!

Alicia XX

jueves, julio 02, 2009

Adióooooooooooooooooos!!! Nos vamos mañanaaaaaaaaaaaaa!!!


No sé si podré postear desde allí pero lo intentaré. Me voy feliz como una perdiz por mi balance personal del curso (lxs profes nunca dejamos de ver cursos en lugar de anos...) y deseando seguir creando y actuando porque me siento sembrada a reventar de pasado, presente y futuro (si existen tales cosas!!!).

Si quieres comprar nuestro fabuloso y ultra-moderno libro "El nombre de los peces", en Los Libros de la Piscifactoría (8€), lo puedes pedir a alicn@arrakis.es, aquí mismo, en myspace, en facebook o llámame para eso o cualquier otra cosa al 652 800 016.

Muchos besos y pásalo bien.

Alicia XX

miércoles, julio 01, 2009

Desanclar en nosotros una materia que quiere soñar

¡¡Hola, embrujomarinadxs!!! Esto es una excelente crónica que ha escrito mi encantador compañero Pedro Fernaud de la presentación colectiva del jueves pasado en la Escalera de Jacob de Madrid de nuestra GENIAL antología-poemario "El nombre de los peces" (Los libros de la Piscifactoría, 8 iurous).

Yo no la iba a mejorar, así que voilá!!

Zenk kiús!!


Madrid tiene unas gotas de sudor. Madrid se desordena y es elegante. Madrid está cansada. Pero sonríe viendo a la gente a medio camino de la libertad. La plenitud de gente que descansa, tiene un cigarrillo a mano y prefiere olvidarse de todo riendo con los colegas, justo en ese momento en el que la cerveza absuelve la garganta.

En algún lugar de ese centro gastado y con predilección por los artistas, existe una gruta. Es una cueva gestionada por insurgentes. La gente camina con despreocupación, pisando con delicadeza las emociones de un puñado de desconocidos.

Dentro no hace mucha luz, pero gobierna un calor imbatible. El público se ha puesto de acuerdo para robarle espacios al escenario sumergido en las alas de la contracultura. Las sillas están completas y la gente se asienta encima de la espalda del desconocido.

Sale a escena un chico desgarbado (Gonzalo Escarpa). Tiene la mirada de un conquistador extremeño. Pero el corazón de un mago fascinando quizá en la época equivocada. Tiene sentido del humor y lo emplea para presentar a sus alumnos. Probablemente, con cada pausa que hace, cuatro o cinco ideas le circulan por la cabeza. Al final, suele optar por la opción más enigmática. En ese ambiente, comienza la función.

La primera en salir es Marisa (Amador). Lo hace desde un asiento esquinado de la última fila. Prefiere que su poemario abreviado hable de ella. Se llama ‘Otra noche en urgencias’. Belleza infartada. Es un relámpago de sugerencia. Sus palabras son la crónica de alguien desbordado de sensibilidad. Buscando algo hermoso donde otros sólo ven aburrimiento. Así es Marisa, cuyo poemario disfrutó de la elegancia de una pieza de jazz. Pero a quien estos eventos no acaban de hacerle justicia, porque su ingenio para hacer maravillas con los objetos quiebra la rutina y abre el día a las posibilidades.

Después, entra Malicia (Cool). Alicia tenía el corazón abarrotado de sensibilidad pero la vida se puso fiera y le obligó a cambiar la postura. Ahora ofrece recitales llenos de exceso, donde ruge con una delicadeza que cautiva la atención. Habla en inglés, pero su lenguaje es de todos los mundos: amor en cantidades imposibles, simpatía, ritmo y la imprevisión de una creadora extrema, que pone swing a la noche.

El chico (Pedro Fernaud) miradas sale con cierta timidez. Pero pronto se da cuenta de que la táctica no cuela, porque la chica de los silbidos le está coloreando. Se siente nerviosamente cómodo; el micrófono le permite suspirar mientras cincela, milagro, las palabras. Palabras que vienen del barro, palabras que buscan cómplices. Sensaciones seducciones secretas. Retratos tropicales de compañeros de viaje. O restauraciones de recuerdos. Y, por qué no, algo de futuro: invocaciones a una noche neoyorkina que algún día vivirá.

Entonces toma posesión del ambiente un consolidado a quien la vida no ha podido robarle vibración (Fernando Lorente). Al contrario, conforme discurren sus experiencias, se afina su talento para revolucionar la imaginación de la gente con palabras ignotas. Su reino es el de la precisión elegancia. Relata con la cadencia de un melancólico e impacta a las mujeres por su habilidad para poner versos al sentimiento que ellas acostumbran a esconder. También hace gala de talento ajedrecista, cuando pone juego al poema para clarificar situaciones y ejerce el sagrado oficio del ritma-ritmo-espectáculo.

Suddenly, aparece ella (Anel Nochebuena). Ella es mejicana, pero podría venir de cualquier sitio porque se le entiende a la primera. Ella se llama Anel y tiene un apellido imposible que para algunos ha sido algo más que un dulce presagio. Anel no habla, Anel bromea.

Es una seductora que baila con el público, también lo desconcierta. Cuando nos queremos dar cuerda, tiene a tres talentosos que están poniendo música y movimiento a unas palabras que triplican su belleza gracias al desgarro de la trovadora que los alumbra. Anel tiene chiste y confunde a la gente.

Pero detrás habla una mujer sabia que está dolida, pero que por encima de todo es una experta en celebraciones. Mujer inteligente ha decidido exponerse, cuentan sus labios, y el escenario se llena de condones, antidepresivos y el encuentro de quien permite a su piel y palabras sublevarse. Con el inevitable contagio.

Cuando parece que estamos en la cima de ese momento llamado Madrid, aparece Sara (Torres Díaz). Hay mujeres cuyo nombre sugiere una imagen inconfundible. Sara pertenece a esa estirpe. Sara es alta como una amazona en rebeldía, Sara es singular a través de su elegancia. Elegancia que se prolonga a su manera de mirar y escuchar.

Lo más interesante es que esa cadencia descubre nuevas sugerencias en sus versos. Pose princesa en rebeldía, Sara compone imágenes arrebatadas. Momentos de descontrol, que ella exprime al límite de la belleza y vibración. Es una estrella de rock por su pose y sus palabras, pero también la amiga de barrio que te da confianza y provoca ternura. Mujer izándose.

La liturgia tiene a una poeta en letras capitales como punto hasta luego. Se llama María (Torvisco) y sus ojos son una ventana encendida en medio de la madrugada. Domina la escena, pero le gusta vestirse de tímida.

Cuando recita poemas, su privilegiado discurso encuentra la mecha y hechiza a las edades de toda la tribu. María es parsimoniosa en su declinación, pero es su forma de ser profunda. Agita el árbol absurdo de la existencia. Compone himnos para las compañeras africanas. Pero al tiempo es una mujer ciudad que nunca bajará la cabeza ante las injusticias.

Su sonrisa es un himno a la multiplicidad de miradas; así hasta poner todo patas arriba, dar la vuelta a las cosas y ponerlas a gritar de belleza.

(Para Cristian (Piné), amigo talento, compañero de búsquedas, con el cariño de quien aprende con su temprana afición por la vida y sus músicas. Para Roxana, compañera de versos que en cualquier momento puede volver. Para Gonzalo Escarpa, enorme poeta, sabio maestro y generoso compañero de fatigas líricas. Para mis compañeros de taller, por haberme regalado tantos buenos momentos y permitirme la alegría de compartir el lado asombro de este viaje).

“La primera tarea de un poeta es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar”. Gastón Bachelard.