La Plaza de la Libertad está en la Chumbera Baja.
Hay una energética yuca, una explosiva pita, una lozanísima palmera, una exótica y estilizada chumbera y una rozagante y tropical buganvilla magenta.
(la delicada trepadora se deja caer en silencio desde la terraza de arriba).
Potes salteados de dulces plantas del desierto.
Piedras lunares de poéticas y ardientes procedencias y formas.
Una larga manguera azul eléctrico -eficiente, curva- que ha regado mil y una veces el entrañable empedrado, el jardín de mi recuento y los cuerpos desnudos de Alicia, su madre, su hijo e incontables más.
Y la luz. Almería es la ciudad más luminosa de Europa. Una luz blanca, descarada, imparable, ingobernable. Las estancias en fresca oscuridad o lúbrica penumbra son una osada afrenta a este indómito dios de la luz que se colará cegador e insultante por cualquier rendija.
Las copas de los árboles que nos acunan por encima del portón de oscuros tablones de madera recia susurran desmelenados como go-go´s.
Cuatro grandes gatos negros -ocho ojos rasgados verde agua- aguardan a veces fuera, en rigurosa y espaciada fila, a los estrafalarios restos de nuestros pescados.
Hemos tenido perritos de todas las edades y sexos, todos guapos y alegres como novias. Gatitos, grandes tortugos. Porque mi familia y amigxs son grandes animal-lovers. A mí me gustaría tener un peacock (pavo real) como en el fascinante cuento de Carver (Feathers, en Cathedral), y también un bebé con los ojos tan saltones que pareciera enchufado a la corriente eléctrica.
Tenemos el suficiente tiempo como para que la gente vaya y venga y por el camino se entretenga. También para estar rabiosamente a solas.
Los cuarenta, los cincuenta... Plenitud. Por fin eres tan rico que puedes dar sin parar. Sembrar, cosechar y
DAR.
RE-GALA-R. ¿Hay algo más gozoso? Atrás quedaron los estados carenciales del organismo.
De camino a la piscina, por detrás, la chumbera madre cargada de pinchos y de deliciosos frutos de un vientre volcánico. Cojo mis largas pinzas, mis fuertes tijeras y me hago con los frutos maduros. Y los mondo en casa; los pinchos me dan igual.
Si me dan igual vuestros pinchos, ¡¡no me van a dar igual los de la amiga chumbera, que es mucho menos insolente!!!
Y, hala, a tocar una de Georgie Dan!!!
¡¡Muchos besos!!! ¡¡Contad vuestras cosas!!
Alicia XX