La luna, creciendo urgente y turgente cada día que pasa, tiñe, tañe y baña nuestros cuerpos desnudos a través de mi madrileña ventana y nos voltea, eléctrica y azul templado, por estos dulcísimos años de azúcar moreno en los que nos hemos al fin reencontrado.
El miércoles, luna llena; mi protagonista es el colmo de lo femenino y el colmo de lo lunar; cuando la luna se va llenando, y es primavera, la noche se vuelve día y el día noche blanca; entonces, cualquier cosa puede pasar (hasta sin dinero).