La verdad es que algunas parecen obra de esos duendecillos cuánticos que no vemos... Ayer domingo a la mañana nos encontrábamos Pejo y yo presa de una de esas resaconcias dobles, de conciertos, alegría y gente, y de una guisa que no sabíamos ya ni quién éramos, ni de dónde veníamos ni a dónde coño íbamos, cuando pensé solamente que había que sacar al perro -Gotti, como el famoso mafioso- e ir a comer algo a algún sitio para que nuestras sedientas y hambrientas neuronas pudieran recuperarse algo -que, del todo, dicen que ya no lo hacen (lo que me importa una coliflor con mayonesa).
Total, que ato al can, que brinca feliz y encantado y, sin mirarme al espejo, tiro para la calle pidiéndole a Pejo que me alcance de camino al parque -la Dehesa de la Villa, el más grande y hermoso de por aquí. Hace un día soleado y caluroso, y sin embargo yo llevo un jersey rojo de ochos y cuello de pico porque no me ha dado tiempo para enterarme de nada y escoger mejor una camiseta o algo más ligero. El perrito que llevo -un grifón- tiene su historia; nos lo ha dejado el amigo de un amigo mío de San Sebastián porque se da la contingencia de que ha tenido que volar a Santo Domingo a no sé qué conferencias o talleres de cine (Jon es crítico de cine). Así que, como a nosotros -y al peque más- nos encantan los perritos, le estamos acogiendo por nueve cánicos días.
Llegamos al parque y el día es fastuoso, así que nos inclinamos y persignamos los tres -perrito incluido- en un improvisado, emotivo y pío thanksgiving (porque nosotros somos muy agradecidos; no sabíamos que Gotti también; claro, como es mafioso...).
En esto que, inspirados por la deslumbrante naturaleza, soltamos al perrito que, tras unos devaneos ideados únicamente para confundirnos, sale corriendo que se las pira con la clara intención de que le arrolle un coche, hazaña que repite hasta un par de veces más. Le echamos el lazo -¡uy, cuánto ejercicio para un día de resaca doble!- y pillamos una mesa, en el kiosko de la Paloma donde, al poco, se acerca otro perrito muy parecido a Gotti -un Fox Terrier-; pronto se enzarzan los dos en cosas de perros -básicamente la situación es que Gotti, pese a estar atado, quiere sodomizar al perrito visitante- cuando la dueña del Fox Terrier, una chica morena de pelo largo, alta, delgada y muy atractiva, decide acercarse a ver qué pasa ("Susana Cáncer", susurra Pejo).
- ¿No serás Susana, Susana Cáncer?
- ¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡¡¡Alicia!!! ¡¡¡Y encima he quedado con Justo!!!
De flipping, porque en el Parque de la Dehesa, donde venimos a menudo, no solemos encontrarnos a mucha gente! Quiero decir, no es el "centro", ni un garito de moda!!
Además, Susana acaba de terminar su segundo disco, Crímenes o Promesas, con la Ecléctica Madrileña, el sello de Justo Bagüeste, con quien también nosotros nos disponemos a trabajar...
Así que fíjense ustedes a lo que puede llevar el perrito que te deja el amigo de un amigo unos días; ¡y luego el alucine de que los dos perritos se parecieran tanto! (colores, pelo, orejas...).
Ustedes dirán.
Alicia XX