jueves, febrero 12, 2009
Las ataduras y los lapos
Anteanoche estuve viendo con La Mali, en el blog de Javier Ortiz, unos vídeos de Rafa Berrio, el pequeño bardo donostiarra que, junto a Diego Vasallo, Suso Saiz, Thomas Canet y Joserra Senperena ha inaugurado una exposición en la galería Arteko de San Sebastián bajo el título de Lieder sobre la reinterpretación de los ideales del romanticismo clásico del siglo XIX. Me han parecido bastante tristes, interesantes pero tristes. También me ha vuelto a llamar la atención, una vez más, la ausencia total de mujeres en este proyecto. ¿Alguien me puede dar una razón lógica? ¿Para cuándo la cuota en todas las artes?
Volviendo a las tristezas desde las tristezas, en el vídeo In memoriam se puede ver a Rafa Berrio, en la que debe de ser la cocina de su buhardilla en Gros, recordando con aire francés a la gente que se murió y de la que se acuerda (también ganan por goleada los chicos), con cariño. Entre ellos nombra a Turmix, Kike Turmix, a quien conocí en el año 83 en Madrid, cuando llegó huyendo de las deudas de todo tipo que había contraído en la Zaragoza de la pre-movida. Entonces acababa de dejar su look de mod y estrenaba un tupé que luego se convertiría en cresta, para después volver a ser tupé y luego... en fin, un prodigio de coherencia similar a la que desplegaba en todas las mesas redondas a las que se sentaba en público y en televisión. El caso es que, inevitablemente, he recordado su relación con otro ilustre fallecido recientemente, Erick Purkhiser, más conocido por su nombre artístico, Lux Interior, cantante de The Cramps, a quien le falló el corazón a sus 62 años la tarde del pasado 4 de febrero (el 2 fue el aniversario de la muerte de Buddy Holly).
Una noche de invierno de 1983, en el primero de los conciertos que los de Sacramento dieron en Rock-Ola, Kike Turmix se dedicó, durante todo el concierto, a freír a lapos a Lux y a los chicos, con el consiguiente mosqueo de éste que se negó a volver a tocar en Madrid después de aquello. Nick Knox quien, hasta el momento, sólo había movido un poquito la punta de su tupé al dar un golpe a un plato, saltó por encima de su batería, se abalanzó sobre el morrosko y le infló a hostias, con tan mala fortuna que se hizo un esguince en el tobillo al caer desde el escenario a la pista y no pudo tocar el bombo en su segundo concierto. El txavalote lo contaba muy ufano después del concierto. A mí me pareció muy penoso.
Por último, felicitar a ese poeta extremeño llamado Pablo Guerrero, que lleva 40 años cuidando las palabras y grabando canciones como un alquimista (Tú y yo muchacha estamos hechos de nubes, pero ¿quién nos ata?) por ese premio que le van a dar. ¡Se lo merece!
Rubayat