miércoles, mayo 16, 2007

Cocos notablemente diferentes

Alucinadita estoy de cómo mujeres y hombres, hombres y mujeres, nos podemos entender con normalidad sin ser plenamente conscientes de las notables diferencias entre nuestros cerebros y nuestros sistemas endocrinos, por no decir ya cómo narices podemos educar adecuadamente a niños y niñas, muchachas y muchachos, estando como estamos, en muchas casos, en la misma oscura ignorancia acerca de las peculiaridades psicobiológicas de ellas y ellos. Y como dicen que como muestra, un botón, he decidido reproducir aquí un párrafo del iluminador libro que estoy leyendo al respecto titulado "El cerebro femenino", de Louann Brizendine (2006, RBA).

Muchas mujeres encuentran alivio biológico en compañía de otras; el lenguaje es el pegamento que conecta a las mujeres entre sí. No es de sorprender, pues, que algunas áreas verbales del cerebro sean mayores en las mujeres que en los hombres ni que éstas, en general, hablen mucho más que ellos. Las cifras cambian pero, como promedio, las muchachas pronuncian dos o tres veces más palabras al día que los chicos. Ya sabemos que las niñas hablan antes y que a los veinte meses tienen en su vocabulario el doble o el triple de palabras que los niños. Éstos, al final, se igualan en vocabulario pero no en velocidad. Las chicas hablan más deprisa, sobre todo cuando se hallan en un ambiente social. A los hombres no les ha hecho siempre gracia este perfil verbal. En la Norteamérica colonial las mujeres eran puestas en la picota con pinzas de madera en la lengua o se las sometía al suplicio de atarlas a una silla que sumergían en ríos y lagunas, casi hasta ahogarlas -castigos que no se imponían nunca a los hombres- por el delito de "hablar demasiado". Incluso entre nuestros parientes primates hay una gran diferencia entre la comunicación vocal de machos y hembras. Las monas Rhesus, por ejemplo, aprenden a vocalizar mucho antes que los machos y usan cada uno de los diecisiete tonos vocales de su especie durante todo el día y siempre para comunicarse entre sí. En cambio, los monos Rhesus machos aprenden sólo de tres a seis tonos y, en cuanto son adultos, dejan pasar días, y hasta semanas sin vocalizarlos en absoluto. ¿Os suena familiar?

Ésto es sólo la página 58 del libro que menciono arriba; hay otras partes realmente fascinantes que, por ejemplo, explican los tan a menudo "incomprensibles" altibajos anímicos de la mujer a lo largo de las cuatro semanas de su ciclo natural durante las cuales, por lo visto, estamos sometidas a una marea constante de estrógeno/progesterona que hace que en unos puntos estemos más sociables, más "flirteantes" mientras que en otros la irritablilidad y actitud antisocial sea el matiz predominante y, lo que es peor, irremediable. Los chicos y hombres, a su vez, están también plenamente condicionados en sus actitudes por el importante baño de testosterona que experimentan todos sus órganos pero, en particular, su cerebro.

Sí, ya sé que éstas son cosas que están de sobra del el "subconsciente colectivo", pero realmente creo que sus mecanismos de acción y consecuencias no se conocen lo suficiente como para entender y respetar adecuadamente las actitudes y peculiaridades de unos y otras.

Gracias,

Alicia XX