Mi casa es una moñoñada porque me proporciona calor en invierno y fresquito en verano. Yo no salgo de mi casa ni en invierno ni en verano salvo por algún acontecimiento ineludible llamado concierto, presentación, ensayos, fiesta, zoo, llevar y traer a mi niño al cole y cosas así; sólo salgo en otoño o en primavera porque, como es lógico, no aguanto ni el frío ni el calor extremos. Completamente estúpido exponerse a factores exagerados si no resulta del todo imprescindible; es lo más sensato, desde luego. Mirad a los animales; hacen exactamente lo mismo, fresquitos o calentitos en sus cuevas o madrigueras.
Así que, para mí, tener un hogar propio fue uno de los grandes acontecimientos de mi vida. Y, sobre todo, compartirlo con quien realmente quieres y no con padres y hermanos! La obscena hipoteca está ahí, claro, pero la prefiero mil veces a aguantar a según quienes...
Mi casa no es grande, pero más que suficiente para nosotros tres que, afortunadamente, nos entendemos muy bien. Las paredes están pintadas de colores vivos –rojo intenso, verde pistacho, verde profundo, rosa asalmonado, etc.-, y eso, también llamado cromoterapia, es todo un puntazo. Mi estancia favorita es el cuarto del peque, tan fresco y agradable, con estanterías y armarios blancos, y libros, cuentos y juguetes por doquier. Nuestra alcoba es amplia y funcional, y la cama, enorme –para jugar, también-. La sala o salón o cuarto de estar es también muy acogedora y tiene como elementos estrella el gran sofá, la mesa para escribir, usar el ordenador, comer, etc., el equipo de música y la estantería plagada de libros, discos y recuerdos de esos que “hacen hogar”.
Estamos en el último piso, cuarto, de modo que nadie nos ve mientras que nosotros vemos los tejados de enfrente, de teja, el soberbio cielo de Madrid y unos atardeceres de colores pastel, psicodélicos e imposibles. Sabemos que allá al fondo, pero cerca, están la Ciudad Universitaria y la carretera de la Coruña, y todo ese verde se huele por las ventanas y al salir a la calle.
El llamado vestidor, la cocina y el cuarto de baño dan a uno de esos encantadores patios de luces pero, al ser el último piso, se ve más cielo, tejados y chimeneas que otra cosa. Claro que las plantas que colocan los vecinos en el alféizar de sus ventanas son también una visión muy agradable.
La luz es enooooooooooorme a todas horas y lo baña todo, de modo que nos vemos obligados a hacer uso de persianas, toldos...
Pues eso es. Pensé que le debía un homenaje a la casa que tan ricamente me abraza.
Alicia XX