jueves, agosto 30, 2007

Física cuántica aplicada en mi cocina

Me hallaba en la cocina, preparándome el desayuno, cuando oí un susurro insistente:

- Alicia, Aliciaaaaaaaaa....

Me giré para mirar hacia la puerta y vi a un duende verde, que levantaba un medio metro del suelo. Llevaba unos patucos de fieltro que terminaban como en espiral, leotardos verdes y un gorro también de fieltro verde con un cascabel en la punta.

- ¿¿Qué quieres??, pregunté bastante sobresaltada.

- Soy un emisario cósmico con la misión de informarte debidamente de cómo es el universo, porque menudo cacao tenéis los humanos al respecto, guapa!!

- Oye, un poco de respeto, que soy mayor que tú!!

- Permíteme que lo dude.

- Pues más alta desde luego!

- Permíteme que dude eso también, querida! Mira, terrícola, tú no existes; no existes tal como te ves y te percibes. Tanto tú como los demás sois una construcción vuestra que en realidad está compuesta de partículas diversas, pensamientos y emociones. Y yo, claro, tampoco existo; he escogido esta apariencia porque sé que te gusta y, como quería comunicar contigo, necesitaba agradarte (así lo hacéis también vosotros, ¿no?).

- Pero tú de qué circo te has escapao, tío loco!! ¡¡Ay qué miedo, madre mía, nunca debí tomar aquella pastilla rosa en el Low!!

- Alicia, no me engañes, haz el favor, porque además es imposible. Me consta que eres una chica valiente e inteligente que dudo mucho que se asuste por una cosa así; otra cosa es que tengas un resacón del copón de la vela, golfa!!

- (casi lloriqueando y reptando por el suelo) Sniff, sniff, sniff...

- Escucha (el cascabel sonaba) y ¡mira!

El duende desapareció como por arte de magia y en su lugar pude ver, sobrecogida, una galaxia completa de planetas, estrellas, soles, lunas, partículas irreconocibles para mí moviéndose a toda velocidad, enfebrecidas, en una especie de baile vertiginoso en el que a veces unas se fusionaban con las otras con gran profusión de aparato eléctrico. Sólo el famoso “Aleph” de Borges me había producido una vez una sensación parecida de asombro y fascinación extremos.

Al poco el duende volvió a su “apariencia” anterior y me miró con una amplia y cálida sonrisa plena de conocimiento.

- Eres el mejor emisario que nunca conocí. Has cumplido tu misión sobradamente y por fin he comprendido estupendamente lo que ya intuía hace tiempo. ¡Seamos amigos!

- ¡Seamos! Y recuerda, galaxia llamada "Alicia", que esto significa también que sois todos exactamente iguales -ni guapos ni feos, ni listos ni tontos, ni simpáticos ni antipáticos, ni capaces ni incapaces- y que las diferencias se deben solamente a caprichosas asociaciones de células y a las elecciones que tú hagas -con tus pensamientos- para edificar tu experiencia y las conexiones neuro-hormonales correspondientes.

- ¡Ay, qué dolor de tarro, madre mía!! ¿Quieres una couldina??

-Yo no la necesito, querida; YO SOY DIOS.

- Ya; y ahora sé que yo también!!

FIN