Yo necesito mi ración de luna.
Irrumpe el sol y los graciosos fantasmas se diluyen hasta desaparecer
y se queman como aquellas guapas vampiras de la película (madre e hija, francesas, muy chic).
El cítrico madrileño derrama lentamente su blanco o amarillo claro en la mañana de domingo.
Pero yo ya guardé mi racioncita de luna.
Inquietudes, incertidumbres, ectoplasmas y hologramas chapoteando felices y desbocados en la leche de un satélite asmático.
Dudas, incógnitas; ideas descabelladas y felices. Jóvenes de mala saña y mirada perdida; muda, expectante, buscona; indolente y blanda (muy pacífica).
Cachorros y saldos humanos todos bañados en la suave y fresca fuente de plata.
Negro cerrado pero airoso.
Sótanos sonoros abarrotados de ideas febriles y tropicales.
Taxis que no saben ir a ninguna parte porque a lo mejor son serbocroatas.
La casa en riguroso silencio
y estatismo prealba.
Mi ración de loona.
Irrumpe el sol y los graciosos fantasmas se diluyen hasta desaparecer
y se queman como aquellas guapas vampiras de la película (madre e hija, francesas, muy chic).
El cítrico madrileño derrama lentamente su blanco o amarillo claro en la mañana de domingo.
Pero yo ya guardé mi racioncita de luna.
Inquietudes, incertidumbres, ectoplasmas y hologramas chapoteando felices y desbocados en la leche de un satélite asmático.
Dudas, incógnitas; ideas descabelladas y felices. Jóvenes de mala saña y mirada perdida; muda, expectante, buscona; indolente y blanda (muy pacífica).
Cachorros y saldos humanos todos bañados en la suave y fresca fuente de plata.
Negro cerrado pero airoso.
Sótanos sonoros abarrotados de ideas febriles y tropicales.
Taxis que no saben ir a ninguna parte porque a lo mejor son serbocroatas.
La casa en riguroso silencio
y estatismo prealba.
Mi ración de loona.