sábado, abril 28, 2007

Mi padre ha muerto.

Tras la conmoción inicial, me pongo rápidamente a rastrear, a recordar, todas esas cosas agradables acerca de él; su energía y buen humor de cuando era más joven. Aquella pasión suya por la justicia -era magistrado; también fue senador y diputado por el PSOE, escritor, articulista, ensayista, conferenciante- y por todas las causas justas y ambiciosas: inmigración, mujeres, derechos humanos, Asociación contra la Tortura, la "causa cubana", etc. Su contagioso amor por la cultura, por la buena literatura, por el buen cine... Cuando yo tenía preguntas para él, del colegio o de la universidad, siempre saciaba mi curiosidad intelectual con alguna cita demoledora, con algún excelente poema que nos recitaba de memoria, parsimoniosa y apasionadamente, o con algún libro magnífico. Recuerdo dudar qué libro les pedía de "lectura obligatoria" a mis alumnos -adultos: médicos, abogados, profesores ellos y ellas también- del último -quinto- curso de inglés de la Escuela Oficial de Idiomas, donde yo trabajaba, y él me recomendó el imponente "In cold blood", del genial Truman Capote.

Me encantaba verlo todo trajeado y arreglado, oliendo a colonia fresca, de camino a algún acto cultural, a alguna conferencia o taller del Ateneo o a coger algún avión para Bruselas.

Más adelante, hace sólo unos pocos años, las cosas se torcieron drásticamente -los asiduos de este diario sabrán cómo y por qué- y, en un momento dado, dejé de verlo y tratarlo porque me era de todo punto imposible, dadas las circunstancias, de modo que el hecho de que la Parca le haya segado la vida sorpresivamente hace sólo unas horas, cuando aún estaba lejos de los setenta, me deja temporalmente fuera de combate y bastante trastornada básicamente porque me ha arrebatado para siempre la ocasión de verlo otra vez, cambiar unas últimas palabras con él y dejar un final más civilizado y agradable.

Pero, ya se sabe, la señora muerte siempre hace y deshace a su antojo. Ahora sólo espero saber y poder hacerle yo justicia aunque sólo sea escribiendo todo lo memorable que se deba recordar de él.

Pero sobre todo espero que no haya sufrido, como es natural (parece ser que estaba solo, en la cama).

Gracias por vuestra empatía.
Alicia XXX

P.D. Por cierto, que mi padre se llamaba Joaquín Navarro Estevan (clicar).

ANEXO: Como es -o era- habitual en casi todos los funcionarios/as públicos, al principio de la "carrera" se impone un periplo por pueblos y ciudades distantes a la propia hasta ir ganando "puntos" o antigüedad suficiente para obtener el destino preferido. De este modo, mi padre fue pasando por diversos juzgados (Fregenal de la Sierra, en Badajoz, Berja, en Almería, Haro, en La Rioja, San Sebastián...), y creo que fue en Fregenal de La Sierra cuando él, que también cantaba muy bien, entonaba esta bonita y alegre canción -ahora acabo de descubrir que de la zarzuela "Luisa Fernanda"- que reproduzco ahora porque creo que me la dedicaba a mí (más que nada porque habla de "mi morena, morena clara" y yo era la única morena de la casa!!). Éste es para mí un recuerdo muy entrañable de él:

...En una dehesa de mi Extremadura / los vareadores van a su faena / por los encinares voy en mi caballo / pa´ ver a la moza que me ha enamorado. / Será si dios quiere el ama y señora / de mis encinares y de mi persona / y de los pastores de la dulce gaita / que harán las delicias de su soberana:

Ay, mi more-e-na,
morena cla-a-ra!
¡Ay, mi more-e-na,
qué gusto da mirarla!
Toda la vida
mi compañe-e-ra,
toda la vida
será la mi morena

Adiós, papi.