Miércoles, víspera de festivos, y yo me siento libre como una pluma porque el pequeño divino Marino se ha ido con unos familiares –hasta el domingo- y por tanto puedo andar, correr, saltar, sin preocuparme del más valioso tesoro que jamás tuve. El nene es una compañía sublime en todos los sentidos: su conversación, su sentido del humor y del gusto, su alegría, su belleza... pero, vaya usted a saber por qué, yo lo sigo sintiendo un poco como en el embarazo, es decir, como si fuera algo físico. Claro, que mi preocupación hacia él no tiene límites, puesto que estoy todo el tiempo –placenteramente- atenta para que él esté bien y todo vaya nice y bonito. Pero, claro, eso cansa. Cansa físicamente. Así que ahora me siento libre y feliz.
De modo que hemos ido a la FNAC a mirar libros y tal –estaba un pelín llena- y he estado hojeando libros de autores españoles más o menos de mi generación, como Corcobado, Grijalba, Etxebarría, Elena Pita, y he de decir que así, a primera vista, no me ha convencido ninguno para comprarlos cosa que sí he hecho con uno de Auster (“El país de las últimas cosas”) y otro de Ángeles Caso (“Las Olvidadas”) que tiene una pinta bárbara (de ensayo sesudo y de fiar). Nótese que estas son sensaciones y acciones personales.
Cansancio, tarde, sueño...
¡Hasta mañana!