miércoles, diciembre 19, 2007

¡Eureka!

Hemos encontrado la alternativa ideal a la navidad, la forma definitiva de eludirla. En su lugar, en casa hemos acordado celebrar el solsticio de invierno, la fiesta pagana original. Y como cae en el sábado 22 de diciembre, esa noche invitamos a la familia a cenar a casa -así tampoco gorroneamos a nadie, como se suele hacer- y celebramos un hecho realmente cierto y digno de celebración: la noche más larga del año y, por otro lado, que a partir de ese momento el día, o la luz, le irán ganando terreno a la noche.

Me siento definitivamente satisfecha con este sencillo arreglito; tiene la ventaja, además, de que si alguien enciende la tele no se encontrará con el borbón y sus ocho nietos ni con ningún prelado.

¡Salud!