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Con las veinte uñas de mis veinte dedos
pintadas de rojo sangre
me he sentado en el porche unas cuantas horas
esperando que algo cambie
el tiempo está hecho
de agujeros negros
que te atrapan, te devoran
y te escupen contra el suelo
llevo un anillo de lata
y una soga por collar
mi prometido me espera al otro lado
yo le tengo que encontrar
he clavado 27 alfileres
a un santo en la florida
he vuelto sin pisar raya
sin doblar ninguna esquina
pon flores salvajes en mi pelo
y un lobo a los pies de mi cama
pájaros blancos en mi pasillo
sombrillas en mis ventanas
mis viejos sueños han caducado
como una botella de leche
los nuevos se han perdido
sin que nadie los aproveche
los chicos de las sombras
afilan sus cuchillos
y yo voy a dar una vuelta
por las calles torcidas del centro
solo quiero un par
de pequeñas puñaladas
que me recuerden que aún estoy viva
al fin sola, al fin loca
al fin sola, al fin loca
al fin sola, al fin loca
Letra: Rosenvinge
Mùsica: Rosenvinge/Jordan
Los hombres, la sociedad, el status-quo, siempre han temido la pretendida "locura" de las mujeres. Todo el mundo sabe de sobra de los tiempos en que solían encerrarnos, tenernos bien controladas y a buen recaudo -en la cocina o "atadas a la pata de la cama"- en la casa del padre, o del marido, en internados y lugares para señoritas -como conventos- o en torreones, manicomios o la cárcel, directamente. El hombre ha temido siempre, secretamente, el ignoto, inmenso e incontrolable poder de la mujer y sus extraños humores y "veleidades" dentro de un enigmático universo de pócimas, sangre, placenta, leche, cambios hormonales al que ellos se han podido asomar, en ocasiones, pero que generalmente temen porque no entienden ni entenderán (¡no lo entendemos ni nosotras! Pero al menos los asumimos e interiorizamos, eso sí). ¿Algo más enigmático o imponente que nuestras menstruaciones, embarazos -absolutamente demenciales y fuera de toda lógica, por más que se empeñen en decirnos lo contrario- o la famosa, cierta e inextricable "intuición femenina", que no es más que magia pura y dura?
Bueno, pues toda esta -creativa, eso sí- melopea ha sido confundida con locura o brujería en muchas ocasiones y convenientemente "tratada", desde la sacrosanta autoridad masculina que impregna todos los ámbitos sociales y de poder, por mero afán de unifomar y despojar de "peligro" a ciertas actitudes y fenómenos, muy "irracionales e ilógicos", incomprensibles para nuestros compañeros (padres, maridos, hermanos, hijos, etc.), a los que nosotras, por otra parte, tanto amamos (muy tierna y sinceramente).
Vamos a intentar entendernos todos tal y como somos cada uno/a. ¡¡Y viva la diferencia!!
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