martes, enero 30, 2007

Te diré lo que sé del mundo

Te diré lo que sé del mundo. Ahora casi todos están en su puesto de trabajo, entretenidos o no, contentos o no -la mayoría no, porque casi todos se quejan siempre de una cosa u otra- y parece ser que los niños, en el mejor de los casos, son los únicos ajenos al sufrimiento, al hastío. Somos como un enorme ejército de hormigas, o de abejas, qué sé yo. Hay gente que se suicida todos los días; me pregunto de dónde sacarán el valor para hacerlo, para exterminar una vida tan dura y obstinada como la humana. El presidente de la comunidad es rubio, guapete, agradable, colaborador y comparte con sus dos hijos pequeños esa divina inconsciencia que hace que los hombres, en general, se depriman menos. Su mujer, morena, también guapetona, tiene cara y ojos de saber más, de ser más consciente (por eso dicen que la depresión, esa silenciosa e insidiosa culebra, se ceba más en nosotras, que siempre somos más listas -que no más capaces-). Con cada menstruación, con cada parto o cesárea, con cada humillación, con cada enfermedad o muerte alrededor, las mujeres van viendo con claridad cada vez mayor la brutalidad y la burricie de la vida circundante y del interior.


En definitiva, que necesito al menos una semanita en algún sitio pero:

a) Que no haga frío

b) Que, si es una isla, el ambiente alrededor no sea deprimente (no es tan fácil, ni siquiera si te vas al Caribe; a veces incluso más difícil en el Caribe).

Se admiten sugerencias; pero no me mandes a tomar por culo que es que ahora no me apetece... en otro momento, no te digo yo que no...