Una vez me dijo una amiga que la rutina es el monstruo más insoportable con el que hay que convivir, y que, con el paso de los años se hace más grande, sólido y gordo y resulta cada vez más complicado escapar de sus aburridas garras. Esto es bastante lógico, de modo que, a medida que pasa eso que llamamos tiempo todos los horrores que nos rodean (los miles de muertos en las carreteras, los niños maltratados y desaparecidos, la/s mujer/es asesinada/s cada día, el obrero que cada día muere en el tajo, o por el tajo, etc.) terminan convirtiéndose, espeluznantemente, en otra rutina más.
Nos vemos obligados a tal cantidad de rutinas que es un milagro que sigamos despiertos; tenemos que comer cada cierto tiempo, que dormir, que ir al baño, a la compra, al médico, al trabajo, que cuidar de los niños, que ocuparnos de facturas y gestiones diversas... Y también los hay que prefieren hacer de su vida una pura rutina completa y total a través, además, del fútbol, de la teleserie, del “Tomate”, del “Diez Minutos”, del periódico, del internette, del trato (visitas, llamadas, comidas) con su/s anciano/s padre/s y demás familiares...
Intentar romper la inercia imparable de la rutina, como yo llevo intentando hacer con ahínco desde que tengo uso de razón, es como intentar caminar contracorriente frente a un aluvión de seres humanos en una céntrica calle de compras o centro comercial. Estás solo, corres peligro y es muy cansado. Así que a veces te entran ganas de claudicar y tirar la toalla (¡menos mal que, hasta ahora, me recupero siempre de estas pequeñas derrotas!).
Cada curso me fijo metas nuevas; eso no deja de ser otra rutina, aunque en este caso al menos son rutinas nuevas cada año y exactamente las que me apetece: mi novio y yo seguiremos tocando (probablemente preparemos otro concierto cuando contactemos con los otros) y también haciendo música por ordenador en casa, que para eso vamos a hacer un curso esta semana en la Casa Encendida; voy a matricularme en una o dos asignaturas en la Complutense (una de ellas es “Historia del pensamiento y de los movimientos sociales”); voy a dar unas pocas clases más de guitarra; por supuesto ver muchos conciertos y actuaciones, exposiciones y performances que te rompan un poquito la cabeza...
Y eso es, por el momento. Se trata de hacer cosas intensas y gozosas que te vuelvan sorda al chirriar implacable del paso del tiempo y de las rutinas invasoras.
Con cariño, chéveres!!
Alicia