jueves, septiembre 13, 2007

"The subjection of women" (fragmento), por John Stuart Mill (1806-1873)

Allá por 1869, un brillante filósofo y economista londinense -John Stuart Mill-, que a los diez añitos ya leía con soltura a Platón y a Demóstenes -claro, que su padre, James Mill, también se las traía-, tenía la suficiente lucidez y valentía como para escribir esto que transcribo (gracias a mi colega blogger Amkiel, del interesantísimo Panfleto Laetus, clicar, de donde he copypasteado el texto en español; ¡gracias!) y para pedir el voto para las mujeres en el vetusto Parlamento inglés:

"All causes, social and natural, combine to make it unlikely that women should be collectively rebellious to the power of men. They are so far in a position different from all other subject classes, that their masters require something more from them than actual service. Men do not want solely the obedience of women, they want their sentiments. All men, except the most brutish, desire to have, in the woman most nearly connected with them, not a forced slave but a willing one, not a slave merely, but a favourite. They have therefore put everything in practice to enslave their minds. The masters of all other slaves rely, for maintaining obedience, on fear; either fear of themselves, or religious fears. The masters of women wanted more than simple obedience, and they turned the whole force of education to effect their purpose. All women are brought up from the very earliest years in the belief that their ideal of character is the very opposite to that of men; not self will, and government by self-control, but submission, and yielding to the control of other".


"Todas las causas, sociales y naturales, se combinan para que resulte improbable que las mujeres se rebelen colectivamente contra el poder de los hombres. Su situación es tan diferente de todas las otras clases sometidas que sus amos requieren de ellas algo más que su simple servicio. Los hombres no quieren únicamente la obediencia de la mujer, también quieren sus sentimientos. Todos los hombres, salvo los más brutales, desean tener en la mujer más íntimamente relacionada con ellos, no una esclava forzada, sino voluntaria; no simplemente una esclava, sino una favorita. Por eso han hecho todo lo posible por esclavizar su espíritu. Los amos de los demás esclavos cuentan, para mantener la obediencia, con el temor: el que ellos mismos inspiran o el que inspira la religión. Los amos de las mujeres quisieron más que una simple obediencia, y encaminaron toda la fuerza de la educación para conseguir su propósito. Así, todas las mujeres son educadas desde su niñez en la creencia de que el ideal de su carácter es absolutamente opuesto al del hombre: se les enseña a no tener iniciativa y a no conducirse según su voluntad consciente, sino a someterse y a consentir en la voluntad de los demás."

El texto completo -en inglés-, aquí.