Siempre es un buen momento para recordar que David Byrne -en la foto- es uno de los más enormes artistas que haya parido el planeta (en concreto Dumbarton, Escocia, el 14 de mayo de 1952). Si bien sus mejores obras son los primeros discazos con Talking Heads, toda su carrera ha sido prolífica e interesante tanto en música como en las demás artes. Anoche, que nos tocaba pequeñuelo y no había canguros en el horizonte, aprovechamos para disfrutar de nuevo de la mejor película que se haya hecho jamás de un concierto de rock-funk blanco y arty: la absolutamente fabulosa "Stop making sense" dirigida por un bestia salvaje llamado Jonathan Demme ("El silencio de los corderos"). La fuimos a ver al cine en su momento (el 84); por cierto, que yo no pude aguantar sentada, claro; cualquier persona con sangre en lugar de horchata en las venas se levantará con los primeros acordes de "Psycho Killer" y ya no parará de danzar frenéticamente hasta el final. Luego la compramos en vídeo y, como la cinta se ha estropeado con el tiempo, acabamos de pillar el DVD por unos 9 euritis muy bien empleados. Son mortales de necesidad "Burning down the house", "Life during wartime", "Once in a lifetime", "Girlfriend is better", "Take me to the river" y "Cross-Eyed And Painless". Byrne está tan maravilloso, tan imponente y fantástico (tanto a la voz, como a la guitarra, como a la pluma, como en expresión corporal en general) que, a mi modo de ver, sobrepasa muy ampliamente a TODOS los grandes grandes (Bowie, Lou Reed, Stones, Beatles, Kinks, Hendrix, Prince, etc., etc., etc.). La base rítmica es fabulosa (Tina Weymouth & fiancée) y todos ellos están de escándalo público. Pues nada, coleguis, que lo voy a dejar recomendando este re-visionado-bailoteo con entusiasmo y dejando el vínculo al vídeo de "Life during wartime". ¡De nada!