martes, febrero 12, 2008

Retrovisión

Cuando mi amor propio flaquea -esos momentos en que todxs nos sentimos una mierda, y tal y pascual-, me vuelvo para abrazar la niña-diosa que fui (como nos aconsejó el tiernísimo Jose Luis Sanpedro, y una ex amiga mía llamada Marieta) y que por tanto sigue viviendo en mí y en la retina y en el corazón de muchxs. Me recuerdo sacada trabajosamente adelante por aquellos graciosos padres sesenteros que nos llevaban y traían de acá para allá, por nuestro bien -y el suyo, claro- y que nos llevaban también a la playa con bastante frecuencia, pues ellxs son de Almería. Tengo una enternecedora imagen de mí misma de niña, desnuda en la playa con un encantador gorrito de tela floreada; una niña morena, de cara redonda y ojos achinados por el sol y por la risa que se reboza el precioso culo en la arena, la toca y se lleva la arena a la cara, a la boca, al pelo, al pecho... Y esta niña crece en el cuerpo de ola cantado magistralmente por el -hace año y medio- finado Hilario Camacho, se levanta, despereza y estira un junco hecho para el deseo y se tira al fresco, salado y poderoso abrazo del mar mediterráneo, mi dios, que ahora nos dicen está lleno de mierda.

Yo he sido religiosa y espiritual desde muy pequeña, espontáneamente. Tan poderosos, bellos y protectores sentía a los elementos en los que estaba firmemente inmersa (el ancho, generoso y juguetón mar, el ancho cielo, la fértil montaña, los árboles susurrantes, las flores dulces y bailarinas, los recios seres humanos y animales) que siempre me sorprendía a mí misma entonándoles, en voz alta o en silencio, un sentido thanksgiving o alguna loa, recitada o cantada, a su belleza, a su nobleza y a su poder. Y nada en el mundo, salvo el amor y el sexo profundos con una persona especial, me ha hecho sentir así de bien e integrada nunca.

Y, en cuanto alguien me la escanee -yo no tengo escáner- pongo ahí la foto de esa niña cantante de la playa de la que os hablo que seguro es tan hermosa y arrebatadora como todxs esxs niños y niñas que fuísteis también vosotrxs, queridxs embrujadxs marinxs.

Alicita XX