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Querido hijo:
Daría mi vida porque no las sintieras jamás (las grandes frustraciones de la vida). Algunas, pequeñas, ya las has probado, desgraciadamente. Te tocaría con mi varita mágica de madre-diosa poderosa y alejaría de ti, y de todos los demás niños, el menor atisbo de sufrimiento o frustración. Porque eres hermoso como los planetas, porque eres luminoso como el sol.