La familia que apostata unida...
Un padre, una madre y una abuela deciden borrarse de la Iglesia y cada diócesis les contesta de una manera.
M. Á. MARFULL - Madrid - 26/11/2007 20:40
No se muestra la más mínima extrañeza. Con la diligencia de un empleado acostumbrado a descolgar el teléfono y, con los oídos blindados, la respuesta no varía. –Hola, quería información para poder apostatar. –Un momento. Le paso.
Da igual en qué obispado se haga la prueba. Público lo intentó en media docena de provincias diferentes. “Tiene usted que traer su certificado de bautismo y una fotocopia del DNI”. ¿Tardarán mucho? “No. No, qué va. Lo lleva usted a la vicaría y ahí le dan de baja. En dos o tres minutos está listo todo. Se lo hacemos enseguida”.
Con esta limpieza, propia de una extracción de sangre o del centro de atención al cliente de unos grandes almacenes, se despachó el asunto en el Arzobispado de Madrid.
¿Enseguida? Las cartas, respuestas, comunicaciones, idas y venidas del trámite que conduce a darse de baja en los registros de la Iglesia católica reflejan una realidad distinta. La actitud de los diferentes obispados también difiere en el fondo, en la intención y en a forma.
Una familia al completo inició el año 2007 con la promesa de apostatar, habida cuenta de que los deseos habituales, perder peso, dejar de fumar o aprender inglés son reversibles o ya están conquistados. Cuando recibieron la respuesta del arzobispado, descubrieron que apostatar también tiene marcha atrás.
“Dialogar con usted”
“Hemos recibido el escrito en el que Ud. expresa su decisión de no ser considerado como miembro de la Iglesia y abandonar la fe católica”. Así comienza la carta que el Arzobispado de Granada remitió a Jesús, el padre, el pasado 29 de octubre de 2007.
"Distinguida señora, hemos recibido en este obispado su carta, en la que manifiesta su propósito de abandonar la Iglesia católica. Ante la trascendencia de este acto, nos agradaría dialogar con usted”, arranca la misiva enviada a la madre, Esther, desde el Arzobispado de Barcelona el 5 de julio de este año.
“El formalizar dicho acto de apostasía conlleva un proceso a seguir y unas consecuencias que le vienen señaladas en la hoja que le adjunto”, advierte el Arzobispado de Burgos a la abuela, Severina, en una comunicación firmada en esta ciudad, el 7 de junio.
Las consecuencias mencionadas son, por lo demás, previsibles. Nadie se las ha pedido pero, por si acaso, en la carta que firma “con afecto sincero” el canciller secretario general del Arzobispado de Burgos deja claro que “el abandono de la Iglesia” produce efectos secundarios a la hora de contraer matrimonio por el rito católico, bautizar a los hijos o recibir sacramentos. A la abuela también, como a todo el mundo, le cuentan además que, en cuanto a funerales, “a no ser que se haya dado alguna señal de arrepentimiento, quedará privada de las exequias eclesiásticas públicas”.
La diócesis de Barcelona entiende, con razón, que quien da el paso de solicitar la apostasía no se conmueve fácilmente con las advertencias de la Iglesia. De manera cortés, se ofrece para “hablar con usted”, pero se anticipa a la previsible negativa. “Ahora bien, si en un tiempo prudencial no indica otra cosa, se procederá sin más a dejar constancia de su petición”. No esperaron mucho. Apenas una semana después, daba por concluido el trámite. “Querida señora: Con fecha de hoy, hemos procedido a registrar su acto formal de causar baja en la Iglesia católica”, comunica el vicario “atentamente”. “Se han cancelado sus datos personales”, añade en otro tarjetón.
Siempre está a tiempo
Tres meses después, recibió la respuesta del Arzobispado de Granada Jesús, el marido de Esther, ya apóstata, y yerno de Severina. “Tenga en cuenta que la condición de cristiano no se pierde nunca, pues el bautismo no puede eliminarse, como tampoco puede repetirse”. Primer jarro de agua fría. “...el abandono de una confesión religiosa ante la correspondiente instancia confesional carece de trascendencia civil”, segundo revés. “En cuanto a la cancelación de la partida de bautismo, debe saber que el libro de bautismos es un registro que da fe de un registro histórico, que no puede negarse”. Tercer "pero" que administra la carta.
También a Jesús le advierten que, a partir de ahora, deberá olvidarse de los sacramentos, y le invitan a tocar madera al retirarle el derecho a las exequias eclesiásticas en su funeral. “El trámite lo haremos efectivo diez días después de este envío”.
El Arzobispado de Granada no da la batalla por perdida: “Tenga la seguridad de que en la Iglesia encontrará siempre las puertas abiertas, si algún día desea modificar su resolución actual”.
–¿Entonces, basta con el DNI y una carta? –Sin ningún problema. Ningún problema (silabea el empleado que atiende en el Arzobispado de Madrid).
Diario Público digital de hoy