
Mi pareja, de la que al principio de los tiempos dudé porque me gustaban todos, ha resultado ser el príncipe del azul más intenso que jamás pude imaginar: guapo, noble, generoso, capaz de tantas cosas (también escribir, hacer música), que tiemblo al pensar que estuve a punto de perderlo una vez y encima por un subnormal profundo: Bill. Creo firmemente en que, conforme vamos creciendo, lo natural es iluminar a las generaciones más jóvenes no con nuestras ideas, que ellos ya se forjarán las suyas propias, sino con nuestras experiencias. En esto yo no tuve mucha suerte cuando necesité, en el pasado, alguna luz, pero yo, en cambio, como la profa vocacional que fui, estoy siempre encantada de contar acerca de las experiencias vitales que les puedan servir a los demás; soy generosa en eso, no exhibicionista. Y una de ellas es esta: no confundas las jodías hormonas que te hace pensar que estás colado/a por alguien, pues puede que, como una borrachera, no te dejen ver con claridad a ese alguien y que ese alguien de tus sueños sea finalmente tu verdugo/a. ¡Y no es nada fácil conservar esa claridad mental!
Para quienes estén dudando si tener o adoptar un hijo, diré: hazlo. Si estás en condiciones, hazlo, porque no existe un placer ni un amor superior; lo eclipsa todo y es una belleza, una magia y un natural high de primer orden. Ahora sí, él o ella tendrá lo que tú pongas en ellos, sobre todo al principio; si eres descuidado/a o inconstante, fácil que eches a perder tanta belleza.
Con la pareja ocurre algo muy parecido; requiere enormes dosis de amor, respeto, admiración, crecimiento, esfuerzo, valor, versatilidad, trabajo conjunto, diversión conjunta... Y, si las descuidas, fácil que se te enturbien las aguas también.
(estarás alucinadito/a quizá con todo esto; pero lo escribo más bien para mi propio registro!)
Con los amigos/as, más de lo mismo, pero, de nuevo, si no hay generosidad, respeto, admiración, confianza, trabajo conjunto, diversión conjunta, afecto genuino... ¿para qué entonces, para qué? ¿por si algún día te sirven de algo, como un mantel?
Con la “familia”, a quien tanta importancia suele dar la gente, he descubierto –lo intuí desde niña- que la relación no vale gran cosa a menos que te olvides de que son familia e intentes relacionarte con ellos/as como amigos; y eso es difícil, querido/a, difícil pero no imposible!!
A estas alturas de la vida, tras unas cuantas muertes estratégicas, he podido también hacerme amiga de la Parca; podría decir que he tenido el gusto de conocerla –aunque no del todo aún- y comprender plenamente su cometido. Ahora ni la temo ni la odio; la comprendo.
Besos, abrazos,
Dra. Alixx
P.D. Mi lenguaje es deliberadamente positivo.