Creo que la gente tiende a escoger una ocupación principal en su vida -si es que puede, en primer lugar- y ya está; con suerte, algunas aficiones y entretenimientos más. Yo, en cambio, que creo con mi querida amiga Lotus Flower que la vida no tiene más límites que los que uno/a le quiera poner, me suelo dedicar a cosas muy diversas con las que sin embargo me comprometo en cuerpo y alma (si no, ¿para qué?). Algunas son públicas, otras no.
Ahora hemos empezado a grabar y me ha tocado a mí primero. Como soy muy romántica, todo el proceso desde el mismo principio (preparar un poco los temas, meter guitarra, cable, afinador, etc., en su negra y alargada funda, salir con todo lo que necesito en este Madrid tan querido que cada vez me huele de una manera (a pueblo, a campo, a invierno, a castañas, a mendigos, a churros, a periódico, a humo, a sierra) dispara en mi impresionable cerebrito todo tipo de historias y recuerdos que atesoro con gran delicadeza y placer.
Dicen que hay taxistas que son asesinos en potencia, pero yo siempre me las arreglo para departir agradablemente con ellos, salvo excepciones, porque esa escena también es una de mis favoritas de este escuálido Madrid mío, y porque recuerdo que a mi pobre padre le encantaba hacer esto también; casi todo el mundo tiene una buena historia que contar, aunque sea una historia fascista!
Me bajo en Malasaña, barrio histórico por excelencia, y saboreo el placer de ir a la casa-estudio de un amigo de hace la tira de años, entonces un chico que me sorprendió por su amabilidad y sensibilidad en un Madrid, de nuevo, repleto de gallitos machistas entonces; un músico-músico, un creador onírico, imaginativo y muchas veces directamente genial. Le llevo siguiendo hace un tiempo admirando sus obras, su talento y su actitud. Su casa-estudio es también romántica a más no poder, plagada de pequeñas pistas en cada rincón que seguro pueden alterar el ritmo de tu vida pero para bien.
Los dos hemos crecido, casi juntos, podríamos decir, y se nota; ya no hay lugar para tonterías, histerismos, afectaciones, manierismos, falsedades... Dos viejos conocidos intentando hacer algo bien hecho y con gusto. Él es uno de esos hombres que, al crecer, se convierten en señores que rebosan dignidad, nobleza, hombres como de otra época y de otro mundo. Y yo soy muy consciente de que, de aquella mocosa insolente y provocadora, nerviosa e impetuosa que era, ha ido a surgir toda una gran dama (aún algo insolente, provocadora, nerviosa e impetuosa todavía!, pero muy controlada e impasible cada vez que quiero y lo necesito).
Esta primera sesión fue muy, muy agradable para mí, y creo que para él también.
Los dos acordamos que la consigna principal es: no-hay-ninguna-prisa.
Un trabajo más, ¡pero qué bonito!
Alicia XX