No vas a comer como en España, porque todo el mundo sabe que en nuestro país se come mejor que en casi otro lugar del mundo, pero, a cambio, vas a dar con establecimientos más elegantes, más amplios y de muy interesante diseño.
Como ocurre en Londres, hay orientales (indios, indonesios, vietnamitas, coreanos, etc.) por todas partes -aunque aquí el abigarramiento, en todo, es menor-, y también sushi bars y autóctonos (estos últimos, normalmente, con una carta francamente indescifrable). Las mejores apuestas, a mi modo de ver, son las italianas trattorias y algun español que otro (por ejemplo, en la muy agradable plaza de Hackescher Markt, en el barrio de Mitte). La amplitud y el diseño de los establecimientos compensa el hecho de que la comida no sea nada del otro jueves, aunque tampoco está tan mal. Tal como dije en la anterior entrada, los precios suelen ser bastante razonables (¡mira antes de entrar, de todas formas!), y casi todos los restaurantes desembocan, en su interior, en un agradabilísimo patio, al fondo, plagado de plantas, madera y hasta alguna refrescante fuente.
Las paredes pueden estar decoradas, de pared a pared y de suelo a techo, por enormes y sugerentes murales como el que tuve enfrente en una trattoria en la que estuvimos: dos bonitas mujeres, con el pelo recogido y gafas oscuras, y un intrigante lema abajo que rezaba: "Please forget everything you know about us, honey!".
En cualquier caso, siempre hay una cosa cierta acerca de comer fuera aquí; invariablemente, resulta una experiencia romántica y agradable.
Desde Berlín, con amor y placer, vuestra reportera favorita...
(M) Alicia (Cool) XXX, tu webmistress amiga