Hoy, Pejus y yo nos hemos metido un chutazo de historia y hemos salido con varias pulgadas más de profundidad celular. El Museo de la Ciudad cuesta diez machacantes del ala (menos, creo, con ciertas tarjetas-descuento), pero nos han parecido estupendamente empleados.
Al principio, parece como pequeño, pero pronto ves que se desenrrolla como un largo telescopio a través de anchos pasillos, estancias contiguas y comunicadas y montajes de todo tipo, de modo que te puedes pasar horas dentro, cómodamente, con mucha mas información de la que eres capaz de asimilar en una sola visita. Pantallas de televisión, proyecciones, aparatos interactivos, libros, preciosas fotos, representaciones de todo tipo, ropa, enseres, sonidos, música...; absolutamente de todo. Y todo lo puedes tocar y curiosear a tu antojo; uniformes prusianos, una antiquísima máquina de escribir, bonitos telefonos antiguos en los que, al descolgar, escuchas música y canciones de los "felices veinte", entre preciosos y evocadores carteles, fotos y mobiliario de la época... Una sala de cine con proyecciones de lo más granado del cine expresionista alemán. Un cementerio, asombrosamente conseguido, de las víctimas de la Primera Guerra Mundial (me ha parecido que una chica alemana ha tenido que sentarse, sobrecogida). La exposición te sobrecoge en muchas ocasiones, y te hace ser bien consciente de la durísima y torturante historia que ha tenido Berlín y este pueblo en general. Sistemáticamente machacada por masivos bombardeos rusos, ingleses y otros. Destrozada física y moralmente por el horror nazi. Tan dolorosamente despedazada por el criminal muro, hasta hace tan poco... Hemos podido ver, en proyecciones, a hombres y mujeres, llorosos por un dolor insoportable, saludando a amigos y familiares al otro lado de aquella criminal pared. También, todas las obras artísticas que en ella se han realizado hasta la fecha.
Puedes entrar en los coches de época y sentarte en perfectas reproducciones de salitas de estar de los años 50, una del este y otra del oeste.
Es de agradecer que no se ensañen, como podrían, con el horror de la fase nazi: conforme bajábamos unas escaleras, derechos a ese infierno, se me puso un nudo en el estómago al vernos pisando libros, y rodeados de volúmenes semi-destrozados a izquierda y derecha (que, por supuesto, podías coger y manosear a tu antojo). Se trataba de una logradísima representación de la famosa quema de libros nazi.
Sales un poco ensombrecido por tanta dureza y por tanto dolor, pero muy satisfecho por todo lo que has visto, oído y aprendido y con ganas de más. La ciudad, ante tus ojos, aparece de repente más comprensible a tus tiernas entendedederas.
Con pasión, desde la ciudad de los mil bombardeos,
(M) Alicia (Cool) XXX, tu investigadora privada
P.S. "Ser radical consiste en coger las cosas por la raíz pero, en el ser humano, la raíz es el propio ser humano".
Karl Marx, pensador alemán.