viernes, septiembre 15, 2006

Ansiedad

Buenos días. Abro la ventana y Madrid, en cuanto empieza a refrescar, huele a pueblo castizo de la sierra, como siempre ha olido desde que nací; aroma mezclado con el perfume de churros, tabaco, cafés con leche, periódicos y ciudadanos, recién echaos a la calle, charlando...

Pero hoy quiero hablar de la ansiedad y de la angustia, tan comunes en septiembre, a la vuelta de las vacaciones. Dicen que una de cada tres parejas se separa precisamente en septiembre. Los, yo diría, hasta cuatro meses de vacaciones -cada uno cuando le toque, pero el caso es que los turnos, y cambios de horario diversos, empiezan en junio y no terminan hasta prácticamente ponernos en octubre- acaban con la paciencia, las ilusiones y la templanza de cualquiera. Es casi imposible mantener una actividad normal, o regular, a lo largo de esos caóticos meses de verano. Y que conste que yo lo he pasado muy bien, ¿eh?, especialmente por disfrutar de más tiempo con mi familia... Pero hay algo intrínsecamente estresante en ellos, pues todo tipo de actividades cambian de horario o simplemente desaparecen hasta bien rebasado septiembre...

La ansiedad, o angustia, no es más, a mi modo de ver, que el ancestral miedo a la muerte. Aunque parezca que es por otra cosa, que es la que la dispara, en realidad uno/a sufre por las eternas preguntas de siempre: ¿quién coño o narices nos ha puesto aquí? ¿y para qué, con qué fin? Cualquier cosa que aparentemente sea normal -la ciudad, los seres humanos- se puede convertir, de repente, en un infierno improvisado (como los fuegos en Galicia, los bombardeos revienta-niños en Líbano, el recuerdo del 11 de septiembre en la emblemática Nueva York...). Y, por otra parte, un montón de gente, y más los de mi edad -los 40, 50- se tienen que ocupar de sus padres o abuelos enfermos, moribundos, en coma o directamente muertos. Difícil tesitura, auque sea lo más normal del mundo, tan normal en la naturaleza como que también nacen niños...

E inevitablemente, uno/a piensa en su propia muerte y en la de los suyos; ¿cuándo será? ¿y cómo? ¿y por dónde? ¿y será muy larga? ¿dolerá mucho? ¿y qué tal le irá a mi/s niño/s después...?

En el caso de los niños y niñas, encuentro realmente estremecedora y conmovedora la enorme delicadeza con que los adultos -honestos- los tratamos y amamos para intentar ayudarles a vivir lo mejor posible y, sobre todo, a sufrir lo menos posible. Nos horroriza que nuestros hijos, tarde o temprano, tengan que encontrarse con los enormes y horrendos dolores que causa la propia vida, junto con, está claro, las inenarrables joyas y maravillas que también encierra para su sabio uso y disfrute...

En fin... Yo sólo sé que no sé nada...

Y ahora, para quien le divierta esto de los tests, os dejo uno para medir vuestro nivel de ansiedad.


¡Obrigada!

Besos, (M) Alicia (Cool) XXX, en plan filosófico-festivalero...

Cuadro: "Ansiedad", de Edvard Munch (1894).